Un tratamiento con Reiki consiste en canalizar energía tanto hacia un lugar específico donde exista un problema como al cuerpo entero de la persona, dependiendo de la dolencia y el tipo de tratamiento. La mayoría se hace con el receptor acostado, pero también puede realizarse en silla (para quienes tienen alguna dificultad en posición horizontal). El terapeuta coloca sus manos, a corta distancia o apoyándolas suavemente, en la zona afectada, o en todo el cuerpo empezando por la cabeza y terminando en los pies.
Cada posición de las manos es mantenida durante unos minutos sobre los centros energéticos principales (también llamados Chakras). El receptor siempre está vestido, sólo se descalza, y las posiciones de las manos se realizan con mucho respeto. El tratamiento, generalmente, se hace en bloques de 4 sesiones aproximadas una de la otra, ya que Reiki actúa de forma progresiva y los resultados se aprecian normalmente a partir de la cuarta (aunque hay casos en que la mejoría se siente desde la primera sesión). No obstante, el número de sesiones dependerá de la disponibilidad de tiempo que la persona tenga.
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